viernes, 9 de septiembre de 2011

LO QUE ESCONDE LA REFORMA FISCAL QUE PREPARA EL PP



pese a que González Pons ande suelto de verbo y se vea obligado a rectificar de cuanto dice, en el PP no sueltan prenda de que pretenden hacer con los impuestos. Prometen una reforma profunda pero me temo que no la sufriremos hasta pasado el 20N, eso si ganan las elecciones porque aún no está todo el pescado vendido.
Desde luego, si el 15M ha aportado algo a la vida política española han sido ganas de participar y de conocer, también de exigir a los partidos políticos algo más que promesas electorales vacías. Nada es ya igual y la campaña del 20N será radicalmente distinta a las anteriores. Salvo el PP, que seguirá con su habitual folklore para crédulos, los partidos buscarán fórmulas directas de explicar sus propuestas y recogerán también las ideas de sus potenciales electores. En ese modelo de campaña nada está perdido y  hay mucho por ganar.
Pero, volvamos a la reforma fiscal que prepara el PP. El programa con el que concurrirán el 20N lo está rematando Baudilio Tomé y todas las fuentes coinciden en que la ambigüedad será su seña de identidad. Nada nuevo bajo el sol, a eso llevan jugando décadas, a disimular y a ofrecer una moderación que se transforma en radicalidad en cuanto tocan poder.
El propio Cristóbal Montoro es quien ha hecho pública la intención de  llevar a cabo una “gran reforma fiscal”. El desplome de la recaudación, especialmente en el impuesto de sociedades, preocupa mucho al PP. Los populares ya han dejado de hablar de bajadas de impuestos como hacían el año pasado. Hablan de ayudar a los emprendedores, pero el foco ya no está en una bajada. Al margen de estrategias electorales para contrastar con el PSOE y de batallas ideológicas en su electorado, las personas del mundo de la economía influyentes en Rajoy saben que la situación es tan grave que apenas hay margen para bajar nada. Al menos por ahora.
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Montoro no aclara en qué consistirá esa “gran reforma fiscal” pero apunta que la bajada de los ingresos hace necesaria “una reforma bastante completa para tener un sistema tributario más eficiente que pueda repartir mejor las cargas tributarias”. Incluido un replanteamiento del impuesto clave y más universal: el IRPF. El PP insiste en la idea de que “hay que repartir los costes de la salida de la crisis”, aunque aún no aclara cómo. Montoro habla, sin concretar demasiado, de “ensanchar las bases imponibles” y reformular deducciones y demás, especialmente en sociedades. Parece claro que la letra pequeña esconde lo que nos imaginamos, la redistribución de la carga fiscal siempre se escora hacia las capas populares, y si se rebaja algún punto del IRPF es porque se pretende subir la misma cantidad en el IVA, directamente o a través del eufemismo “impuestos especiales”. Llama la atención la “generosidad” para con las sociedades, para las que se anuncian deducciones olvidando que su aportación actual a los ingresos fiscales apenas llega al 30% de la aportación que hacen las rentas del trabajo.
En el PP sueñan con que el Gobierno actual suba el IVA o los impuestos especiales para hacer frente al desplome. Les haría el último gran favor electoral, y aunque ellos insisten en que no tienen intenciones de hacerlo, nadie en el partido descarta nada. De hecho, en 1996, el PP ya subió los tributos especiales. La situación es muy complicada. La recaudación del impuesto de sociedades ha vuelto a caer después de varios desplomes. Los últimos datos, de julio, indican que en la primera mitad de 2011 ha caído un 23% sobre un año muy malo como 2011. La recaudación está ya en niveles de 2000. Algunos cálculos internos del PP señalan que si sigue así Rajoy va a tener que hacer en 2012 un recorte de entre 30.000 y 35.000 millones de euros para cumplir el objetivo del 4,4% de déficit a finales de año —el recorte de 2010, tan polémico, fue de 10.000 millones—. Es imposible hacer eso sin tocar gasto social y provocar un grave conflicto en la calle si no empieza la recuperación y crece la recaudación.
Por eso las auténticas reformas que prepara el PP son la que estamos observando en las comunidades autónomas donde gobiernan: recortar servicios públicos esenciales, desmantelar el Estado del Bienestar y privatizar empresas e infraestructuras públicas. Los ciudadanos quizá no vean incrementados los impuestos que pagan, pero sí tendrán que destinar buena parte de su salario a pagar los servicios que antes recibían. La prioridad absoluta del PP, la que se esconde tras el debate de la reforma fiscal, parece estar colocada en una gran reforma laboral más dura y profunda que la llevada a cabo recientemente por el Gobierno. Una reforma que flexibilice el mercado laboral con un contrato único para abaratar el despido y acabar con el modelo dual, reformando la negociación colectiva para dar más poder a los empresarios y eliminar convenios sectoriales o provinciales, facilitando aún más contratos baratos para jóvenes. Es la política del palo y la zanahoria, no te subo impuestos pero te quito derechos.

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