sábado, 14 de enero de 2012

LOS RETOS DE LA IZQUIERDA: RECUPERAR LA PROPIA IDENTIDAD Y DIGNIFICAR LA POLITICA

Cada vez que escucho o leo algo relacionado con la triple “A” me vienen a la mente malos recuerdos y se me erizan los pelillos de la nuca. Para nosotros, siendo “El Capital nuestro libro de cabecera”, juntar tres Aes era como mentar la soga en casa del ahorcado. Solo había una traducción posible, bueno en realidad había tres como corresponde a un triplete: Alianza Anticomunista Argentina, Alianza Americana Anticomunista, operativa en Colombia, y la Alianza Apostólica Anticomunista, genuinamente española. En España, desde 1936, la derecha ha funcionado con la cruz rogando y con el mazo dando, aunque los chicos de la triple A eran más de convencerte con la star 9mm parabellum que con el catecismo.

Ahora, en este mundo globalizado, hemos descubierto que las Aes se utilizan también para poner nota a la economía de los países, aunque tratándose de capitalismo tenía que haber gato encerrado y la nota no siempre refleja la realidad de las cosas. Así, con la lógica que solo entienden los capitalistas, la respetadísima y escrupulosamente objetiva Standard & Poor’s ha decidido separar a Francia de los países con la máxima nota, la AAA. Ese recorte, que también sufre Austria, pone en serio riesgo la financiación del fondo de rescate que las autoridades europeas habían diseñado como principal arma disuasoria frente a los insistentes y oportunos ataques de los mercados. Además, los países víctimas de los ataques sufren también un nuevo recorte de su calificación, de dos grados en el caso de España, Italia, Portugal y Chipre. Además de Francia y Bélgica, también pierden un escalón Malta, Eslovaquia y Eslovenia. La agencia, en cambio, mantiene la calificación de cuatro países con la triple A (Alemania, Holanda, Finlandia y Luxemburgo) y de otros tres con la doble A (Bélgica, Irlanda y Estonia). Con una simple nota se ha parado de golpe el control de la crisis y se favorece que los mercados sigan campando a sus anchas, secuestrando incluso la democracia en países como Italia y Grecia.

Para España, la decisión supone la pérdida de la doble A. La calificación de la deuda española pasa de AA- a A, una nota que aún es considerada buena, pero que está cinco grados por debajo de la máxima, que nuestro país perdió en enero de 2009. La rebaja sitúa la solvencia de España, a ojos de S&P, por detrás de la de países como la República Checa o Chile y al mismo nivel que Polonia, todo un ejercicio de rigor y equidad. Ni la reciente mayoría absoluta de Mariano Rajoy, ni el anunciado ajuste económico sacia el ansia voraz de los especuladores y, como ya advertíamos, han venido a demostrar que cuando se trata de “beneficios” los capitalistas no se conocen entre sí. Entre ellos solo impera una ley, el pez grande se come al chico.

Vistas las cosas y sabiendo que el origen y la evolución de esta crisis es una estrategia pensada y desarrollada por los lobbyes capitalistas, utilizando para ello instrumentos que les son dependientes (gobernantes, bancos, tecnócratas y agencias de calificación), que persigue garantizarse como objetivos prioritarios marginalizar a la izquierda y debilitar a los estados solo cabe una solución: recuperar el valor de la unidad de toda la izquierda.

Llevamos décadas de acoso y derribo a la más noble actividad que puede desarrollar el hombre en beneficio de la sociedad, la política. En la trampa ha caído la izquierda más radical, justificando sus críticas en las conductas poco edificantes de unos pocos, también la juventud y han resucitado de su letargo los anarquistas, que han visto la oportunidad de recuperar el protagonismo de antaño. Todos, unos y otros, son los “tontos” útiles que alimentan un discurso interesado, voceado por la prensa amarilla y conservadora, que solo tiene un mensaje final: que hagan política quienes no tienen necesidad de vivir de ella, los ricos. Ya está, de un plumazo, hemos vuelto al caciquismo del siglo XIX. Un siglo y medio de movilización y conquistas sociales tiradas por la borda. Es curioso que quienes tanto denostan la política y los controles democráticos miran hacia otro lado cuando se sientan en el banquillo de los acusados sus compañeros de partido.

Frente al discurso aplaudido por unos y otros yo reivindico la noble actividad de la política y no me duelen prendas al defender que el servicio a los demás esté remunerado para evitar las practicas a que nos tenían acostumbrados los viejos caciques y que aún hoy siguen practicando. Yo apuesto por la alianza de la izquierda y estoy convencido que tras el XXXVIII Congreso del PSOE va a ser más fácil recuperar el dialogo PSOE-IU y de ambos formaciones con los sindicatos mayoritarios.

PSOE, IU, CCOO y UGT tienen ante sí el reto inaplazable de elaborar una alternativa de mínimos que nos permita enfrentarnos al liberalismo imperante y que la izquierda democrática asuma a nivel europeo y extienda progresivamente por este mundo globalizado. La ponencia marco del XXXVIII Congreso propone tres ejes vertebradores para el socialismo del siglo XXI: sostenibilidad en lo económico, extensión del Estado en su papel vertebrador y de prestación de servicios y profundización de la democracia. Tengo la seguridad que estos tres ejes son asumidos por IU y los sindicatos de clase, sé que en su desarrollo existirán matices y que cada organización tendrá sus prioridades, no podía ser de otra forma. Pero ahora, después de años a la deriva, el PSOE se ha planteado recuperar sus señas de izquierda y reforzarlas además con los valores propios de este siglo.

Es inaplazable el dialogo y desde este la unidad para acabar con las conductas delictivas de los mercados, legislar internacionalmente contra la especulación y a favor de la inversión productiva, aislar a las economías que se basan en la opacidad y el dumping, equilibrar las fiscalidades para que sean realmente progresivas, hacer transparentes y participativas las instituciones para que los ciudadanos recuperen la confianza en los representantes democráticamente elegidos. En una palabra, es el tiempo de la política y es el tiempo de la izquierda.

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