martes, 17 de enero de 2012

NI MUCHOS NI POCOS, LOS NECESARIOS PARA DEFENDER LOS HOSPITALES PÚBLICOS


Tomelloso es como Lepe pero sin el seseo al final de los chistes. Los tomelloseros son tan especiales que tienen diccionario propio, no sabemos si fruto de la rica cultura que se ha ido transmitiendo de padres a hijos o porque los libros eran un artículo de lujo en los bombos.
Ser tan especial no es una cuestión de estos tiempos, ya desde antaño han parido las tomelloseras decenas de personajes ilustres en todos los campos de las artes y las ciencias. Que decir de la saga de los López en la pintura, o de García Pavón, Dionisio Cañas y Félix Grande en el campo de las letras. Por destacar, Tomelloso cuenta hasta con una campeona de España resolviendo el cubo de Rubik. Para no ser menos, su alcalde ha demostrado también ser bien despierto, hasta el punto que ha llegado a ser bastante “bacinaco”.
El bacinaco, según el diccionario tomellosero es aquel que se las sabe toas, que le gusta guiscar a los paratos, animales o pelsonas, que suelta muchas bacinerias sin prevenir antes, que es un poquico lecinciao.
Carlos Cotillas, que así se llama el bacinaco, ha tenido una ocurrencia típicamente tomellosera. Le han parecido pocos los 6.000 manifestantes contra la privatización del hospital de Tomelloso y ha argumentado que fueron más los que no salieron de su casa y que por tanto están a favor de la privatización. Eso es hilar fino, sí señor, para que vamos a andarnos con rodeos. Las cabezas están para asegurar respuestas ágiles y en la del alcalde de Tomelloso se pueden centrifugar unas cuantas respuestas al mismo tiempo.
Volviendo al diccionario tomellosero. Allí, para identificar a un lecinciao se dice que si los tontos volaran fulanito sería ministro del aire… y así sería sino fuera porque habitualmente ponen unas vertederas de tractor como timón del ultraligero. Con tanto peso cuesta remontar el vuelo pero una vez en el aire se alcanzan velocidades ultrasónicas en la caída y mueren todos en el intento de ser ministros.
Cotillas, que ha estudiado a ratitos en la UNED, -cosa de mucho mérito-, tiene parte de su cabeza desocupada, más por tamaño que por falta de esfuerzos para llenarla, y así tiene tiempo de resolver las complejas operaciones matemáticas que permiten concluir si un pueblo apoya esta o aquella reivindicación. Solo cabezas privilegiadas como la suya están dotadas para las artes adivinatorias y, sin salir del despacho, interrogar uno a uno a los paisanos y conocer su opinión. Dios mío, cuanta capacidad desperdiciada en el inoperante Senado.
Analizados de cerca, los superpoderes de Cotillas hacen agua habitualmente y las matemáticas parecen no ser lo suyo. Lo que sí es típico en él es la lectura de las cifras para su conveniencia. Las hemerotecas guardan algunas manifestaciones convocadas por la plataforma que lo impulso a la alcaldía y después le ayudo a conservarla utilizando la estación del AVE en la localidad como reivindicación. Ninguna reunió una cifra cercana a la mitad de la población, -es más se fueron desinflando con el tiempo y renaciendo para coincidir con épocas electorales-, pese a extender la convocatoria a los pueblos vecinos y sin embargo fueron utilizadas por Cotillas para autoarrogarse la opinión unánime de toda la comarca.
Pues muy bien señor Cotillas, para usted la perra gorda. Siga en sus trece y relaje la tensión reivindicativa que tanto tuvo con el gobierno de Barreda, -si hubiera sido el PSOE el que intentara privatizar el hospital su cabeza sería visible en la pancarta de cabecera-, ahora son tiempos de mirar complaciente hacia otro lado mientras se desmantela lo que generosamente le concedió el gobierno anterior para intentar taparle la boca con lo del AVE. Un hospital, una comisaría de policía, polígonos industriales avanzados…, todo lo que esa boquita pedía y que otros soñaban conseguir a usted le caía sin esfuerzo alguno.
Ahora toca defender la gestión pública de numerosas infraestructuras y servicios pero usted no está ya por la labor de apoyar o inspirar plataformas. Eso es cosa de pancarteros y usted, pese a las vertederas del tractor, vuela alto. Ha probado las mieles de la política nacional y aunque ahora esté aparcado en el Senado, sueña con volver a la categoría nacional y sabe que quien se mueve no sale en la foto.

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