martes, 6 de marzo de 2012

La conspiración del silencio en torno al asesinato de un republicano ilustrado


Rodrigo Vázquez de Prada y Grande || Periodista.
Poco a poco se va rompiendo la sórdida losa de silencio con que las capas más reaccionarias de la ciudad de Oviedo había sepultado el asesinato perpetrado por los militares golpistas de uno de sus hijos más preclaros, Leopoldo Alas García-Argüelles (Oviedo, 1883- 1937), rector de su universidad durante la II República.
Un juicio sin causa
Fue juzgado por unos militares sublevados, el coronel Carlos Arias de la Torre y cinco capitanes, que, dando la vuelta por completo al Código de Justicia Militar y utilizándolo a su antojo, le condenaron a muerte por el delito que ellos habían cometido, el de “rebelión”. El consejo de guerra lo acusó también de haber dicho con motivo del indulto de la pena de muerte a la que estaba condenado uno de los dirigentes de la revolución del 34, González Peña: “Por encima de la letra fría de la ley debe estar el corazón de los hombres”. Unas palabras que para otros no eran si no las de “un auténtico humanista”.
De nada valieron las declaraciones ante el consejo de guerra de eclesiásticos, como el canónigo don Benjamín Ortiz, que, no arredrándose ante los galones de quienes lo juzgaban, afirmó que el Rector era “un verdadero caballero”, ni la petición de indulto que quien le sucedió en el rectorado de la Universidad de Oviedo, el catedrático Sabino Álvarez-Gendín, formuló en el cuartel general de los golpistas, en Burgos. Ni la protesta que se expresaba en la Prensa de París y otras capitales europeas y americanas. Juan Antonio Cabezas recuerda que “esperábamos que esa presión desde el extranjero consiguiese lo que no había conseguido la justicia de su inculpabilidad. Pero yo estaba seguro de que una parte de la reacción típicamente ovetense, la que yo llamo de “los nietos de la Regenta”, no perdonó aún a Clarín y no podía perdonar a su hijo, partícipe de su espiritural liberalismo. Por eso se perpetró el crimen del 20 de febrero de 1937”.
Primogénito del autor de ‘La Regenta’, Leopoldo Alas, Clarín, sin duda uno de los grandes escritores en lengua castellana de todos los tiempos, Leopoldo Alas García Argüelles pertenecía, al igual que su padre, a una de las estirpes de más altura intelectual de la sociedad asturiana y española. Tal como subraya en una de sus obras, ‘Asturias: Catorce meses de guerra civil’, quien lo conoció de cerca, el escritor y periodista Juan Antonio Cabezas, “era el continuador de una tradición asturiana de cultivadores de la cultura liberal y humanística, que desde el Renacimiento produjo en nuestro suelo magníficas individualidades, especialmente en la llamada Ilustración asturiana del siglo XVIII, desde Jovellanos, Campomanes y Flórez Estrada”.
Pero, realmente, fue mucho más que todo eso. Fue un egregio y fiel continuador del rigor que imprimió a la labor docente en los estudios superiores uno de los hitos más importantes que surgió en la Universidad de la España finisecular del XIX: el llamado ‘Grupo de Oviedo’, del que formaron parte catedráticos como su propio padre y otros de sus amigos también carbayones, entre ellos, Adolfo González Posada, Adolfo Alvarez-Buylla, Fermín Canella así como el historiador alicantino fascinado por Asturias, Rafael Altamira, y que constituyó una valiosa vanguardia de la intelectualidad de nuestro país.
De alguna manera siguió la estela de su progenitor en su entrega total a la Universidad. Clarín había obtenido en 1882 primero la cátedra de Economía Política y Estadística de la Universidad de Zaragoza y después, al año siguiente, la de Derecho Romano en la de Oviedo, donde posteriormente accedió a la de Derecho Natural. Tras licenciarse en Derecho en la Universidad de Oviedo con premio extraordinario en 1904, y doctorarse en la de Madrid, también con premio extraordinario, Leopoldo Alas García-Argüelles, obtuvo en 1920 la de Derecho Civil en la Universidad de Oviedo. Y en su facultad de Derecho fue pronto elegido decano y, en 1931, rector magnífico.
Un republicano progresista
Pero también lo hizo en su compromiso político en las filas del republicanismo progresista, que les llevó a ambos a realizar una incursión en el campo de la política práctica. Aunque, sin duda, mucho más breve y menos intensa que la que había hecho  su abuelo, Genaro Alas Suárez de la Vega, que fue concejal y alcalde de Oviedo y gobernador civil de Teruel, León, Guadalajara y Zamora, donde nacieron a Clarín.
Cercano a Emilio de Castelar, Clarín había sido elegido concejal del Ayuntamiento de Oviedo en 1887, por la coalición republicana. A su vez, Leopoldo Alas García- Argüelles fue diputado en las Cortes constituyentes de la II República por la conjunción republicano socialista, formó parte de la comisión constitucional, y desempeñó el cargo de subsecretario de Fomento y Justicia, nombrado por el ministro, también asturiano, Álvaro de Albornoz, tío del que sería años después Premio Nobel, el científico Severo Ochoa y Albornoz. Fue una fugaz incursión en la política. Duró exactamente el período del llamado Bienio Progresista, de 1931 a 1933. No volvió a participar en ninguna otra elección al Congreso de los Diputados y se reintegró totalmente a la vida académica de la Universidad ovetense, de la que fue Rector hasta su muerte.
05_alas_retratoficialRetrato del Rector Alas, pintado por uno de los mejores pintores asturianos,Paulino Vicente
Un laico, perseguido y fusilado
Sin embargo, el reaccionarismo español no le perdonó haber sido subsecretario de Justicia en los años en que la República aprobaba diversas leyes de naturaleza laica, como las de Matrimonio Civil y Divorcio, en aquellos años reconocido ya en otros países de nuestro entorno. Tampoco que fuera hijo del genial Clarín que, en su ‘Regenta’, había retratado el raquitismo de las clases y capas ociosas y de una parte de los eclesiásticos de su ciudad, Vetusta. Tal como señala Jaume Claret Mirada, historiador de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en su obra ‘El atroz desmoche. La destrucción de la Universidad española por el franquismo, 1936-1945’: “El odio nacional-católico a la inteligencia no tuvo equivalente en los regímenes dictatoriales contemporáneos al franquista”.
Su detención fue un verdadero escarnio, el Consejo de Guerra al que se le sometió, una pura farsa, y su fusilamiento un auténtico asesinato. Fue detenido el 30 de julio de 1936, según consta en el expediente del Consejo de Guerra que le juzgo y condenó y que se conserva en el Archivo Militar de El Ferrol. Es decir, 10 días después de que tuviera lugar la traición del jefe de la guarnición de Oviedo, el coronel Aranda –del que se decía, era “la espada de la República”- que, engañando a los dirigentes socialistas González Peña y Berlamino Tomás, animó a 4.000 mineros a emprender viaje en tren para apoyar al Gobierno republicano fuera de la provincia, lo que, el 20 de julio, le permitió declarar el estado de guerra y dominar Oviedo para el bando de los golpistas.
Fue asesinado, el 20 de febrero de 1937, mediante fusilamiento y tiro de gracia. Solamente la intervención de un farmacéutico de Oviedo, Emilio Menéndez, padre de la esposa del científico y ex director general de la UNESCO Federico Mayor Zaragoza, evitó que su cadáver fuera a parar a una fosa común, como sucedió a  tantos de miles de españoles masacrados por la barbarie franquista. Horrorizado por lo que estaba sucediendo, el farmacéutico autorizó que el cuerpo del Rector fuese depositado en un nicho de su propiedad, en San Pedro de los Arcos.
Todo ello sucedió, pues, en el brevísimo espacio de tiempo de siete meses desde el golpe de Estado. Tres años después, el 31 de enero de 1940 le fue incoado un segundo procesamiento al amparo de la Ley de Responsabilidades Políticas bajo la acusación de “inducción a la rebelión” en la “revolución” de octubre de 1934, a la que se había opuesto. Su viuda, Cristina Rodríguez Velasco, se vio obligada a pagar 250 pesetas al Estado franquista.
La ‘conspiración del silencio’
Desde su muerte, una verdadera “conspiración del silencio” pretendió ocultar tamaño desafuero, acallar las voces disconformes con el asesinato, y sometió a su familia a la marginación durante años de la parte de la sociedad ovetense que o bien había impulsado la misma organización del crimen o bien había dado su aprobación al mismo.
Su hija Cristina, catedrática de francés en un instituto ovetense y casada con el médico, pintor e investigador asturianista José Ramón Tolivar Faes, declaraba un año antes de su repentino fallecimiento, en marzo de 2010, al diario ovetense La Nueva España, y a propósito de la muerte de su padre: “El recuerdo de su trágica muerte me produce un dolor perpetuo”. Y recordaba la cortina de silencio que la trataba de ocultar: “Nadie se atrevía entonces a hablar de Leopoldo Alas. Salvo don Benjamín Ortiz, canónigo arcediano de la catedral, el sacerdote que le confesó. Por poco va a la cárcel por hablar de mi padre. Había sido alumno suyo y entonces era profesor de Derecho Romano. Cuando lo fusilaron dijo: ‘Han matado a un santo’. Lo repetía todos los años y lo amenazaron de que si volvía a hablar de mi padre lo echaban de la Universidad”. En otra entrevista realizada por el mismo periódico explicaba la impresión que le causó su regreso a Oviedo, en 1942, tras haber permanecido en Francia durante la guerra civil: “El ambiente era muy desagradable al cruzarte por la calle con gentes que sabías que no se habían portado bien, hipócritas”.
Gracias fundamentalmente al empeño de su hija Cristina y de sus nietos, Ana Cristina, profesora del Conservatorio, y Leopoldo Tolivar Alas, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Oviedo, la ignominiosa maniobra de los poderes más reaccionarios para ocultar el auténtico asesinato de que fue objeto el rector Leopoldo Alas García–Argüelles se va desvaneciendo.
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Claustro de la Universidad de Oviedo. ©Athalfred.
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Reposición honorífica
En 1986, al cumplirse cincuenta años de su asesinato, el entonces rector de la Universidad de Oviedo, Alberto Marcos Vallaure pidió al Ministerio de Educación la reposición honorífica de Leopoldo Alas en su cargo de rector de dicha universidad. En febrero de 2007, quien desempeñaba el mismo cargo de Rector, Juan Vázquez, pidió su reparación “civil y administrativa”, y descubrió una placa en el aula número 8 del caserón del centro docente de la capital asturiana en la que se le rinde “homenaje a D. Leopoldo Alas García–Argüelles, víctima de la intolerancia, en desagravio a la ignominia de su destitución y muerte”.
La reciente aceptación del Ayuntamiento de Oviedo de nombrarle Hijo Predilecto, tal como acaba de plantear el grupo socialista en dicho consistorio, es un gran paso adelante. Lamentablemente, sin embargo, todavía no está saldada de forma plena la deuda contraída con él y su familia por la sociedad asturiana en particular y la española en general. En marzo de 2007, En 2007, David Ruiz, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo, casado con la nieta del Rector, Ana Cristina Tolivar Alas, expresaba su confianza en que Zapatero subsanase  la “omisión” de los cuatro anteriores presidentes de la democracia, impulsando la nulidad de los juicios sumarísimos contra el rector. Hasta ahora, sin embargo, Leopoldo Alas García-Argüelles no fue repuesto todavía en su cargo de rector. Y tampoco han sido declarados nulos los dos consejos de guerra que tan injustamente lo juzgaron y condenaron a muerte por unos supuestos delitos que no fueron otros que “haber amado sin límites a la familia, a la tierra, a la universidad y a la República”, tal como afirmó años atrás su nieto, Leopoldo Tolivar Alas.

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