sábado, 16 de junio de 2012

CONSTITUYENTES. LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA QUE NECESITAMOS


El domingo por la noche un gran número de españoles durmió tranquilamente. Frau Merkel y Europa nos habían rescatado. El sueño duro muy poco. A media mañana del día siguiente la prima de riesgo había vuelto a subir y la bolsa bajaba estrepitosamente; ambas, señales inequívocas que la crisis no ha terminado como los soñaron unos cuantos ingenuos.
15_castellano_0La Constitución del 78 fue blindada, durante una opaca negociación, para hacer imposible su reforma. ©Germán Gallego
La realidad es más dura. El rescate de la banca española no ha saciado la voracidad del capital especulativo internacional. Cada nuevo día la ola de malas noticias amenazan con convertirse en un tsunami; la directora del FMI, Christine Lagarde, declara que hay un plazo de “menos de tres meses” para salvar el euro, la Unión Europea amenaza con provocar un “corralito”, la prima de riesgo bate récords históricos y el “New York Times” profetiza un rescate total para España.
La actualidad se vive con angustia. Empezamos a tomar conciencia que “el rescate” pone término a un periodo de nuestra historia caracterizado por la especulación inmobiliaria. El “reino del ladrillo” ha llegado a su fin. Solo nos quedan las secuelas perversas de un capitalismo rentista y subordinado al dinero de la banca internacional.
¿Cómo hemos llegado a este punto? El origen del actual desastre es producto de una herencia dulce, pero maldita. El profesor y premio Nacional de Economía, José Manuel Naredo, lo documenta en una acuciosa investigación que se puede resumir en esta frase; la transición pactada mantuvo intacta la trama mafiosa del ladrillo que floreció en el tardo-franquismo.
En efecto, la democracia liberal de baja intensidad, que sustituyó a la dictadura franquista, heredó sin reformar el capitalismo mafioso. Los nuevos dirigentes, en vez de erradicar las malas prácticas, fomentaron una red política de barones y caciques por todo el territorio. Por decenios, los partidos del sistema se dedicaron a  gestionar una política “clientelar” que estimuló la especulación urbanística desde la estructuras del poder estatal, regional y local.
Los datos indican que el inicio de una larga crisis política está servida. PP y PSOE, empiezan a mostrar abiertamente contradicciones internas, la monarquía vive sus horas más bajas, Carlos Dívar, presidente del Supremo esta por los suelos y Rouco Varela pone lo suyo.
La Cadena Ser, alarmada, habla de “rescatar la democracia” y confirma lo que todos sabíamos: las encuestas certifican que en España hay una casta dirigente desprestigiada. Un moderado columnista del El País, se atreve; “hay una reforma que nos hemos pasado por alto, la reforma de nuestro sistema democrático“. A continuación expresa sus temores:“la reforma del sistema político es difícil de emprender porque los encargados de hacerla son sus primeras víctimas”. En roman paladino, la partidocracia no se rendirá fácilmente.
Orquesta del “Titanic” o “Motín a bordo
Para el profesor de derecho constitucional Albert Noguera la crisis se encuentra, entre otras cosas porque “los partidos políticos ya no son expresión política de los ciudadanos sino que se convierten en meras maquinarias electorales sin identificación de clase, vacías de programa y de contenido ideológico”. Para él, “se han transformado (los partidos políticos) en meras estructuras burocráticas habilitadoras de políticas de desempleo, de reducción de servicios y prestaciones sociales, de aumento de la desigualdad”.
“Desde su nacimiento, los “constituyentes” en marcha, se propone romper la baraja de las cartas marcadas y plantea que es urgente construir la democracia del siglo XXI”
El asunto no es poca cosa. Hasta los tertulianos conservadores de la TV, sostienen que el sistema pierde legitimidad a raudales. Los ciudadanos en su despertar saben o vislumbran que los grandes partidos se han financiado empleando su control sobre las Cajas y el urbanismo mafioso.
Para algunos la dimensión de la crisis del capitalismo no es suficiente para cambiar sus opiniones. Como era de esperar el espíritu social-demócrata de muchos intelectuales Europeos se niega a morir. Al parecer, nuestros queridos neo-socialdemócratas olvidan en sus análisis un dato fundamental. El capitalismo realmente existente es el capitalismo financiero.
En la actual Europa no hay espacio político-económico para repetir el llamado “estado social de bienestar”. No se puede propugnar democracia económica y a continuación sostener que hay que regular el capitalismo. Ambos términos son antagónicos. Es lo uno o lo otro. Capitalismo o Democracia.
Mientras tanto, sale a la palestra un conocido filósofo catalán. Desde su atalaya, promueve una cierta pócima mágica que otros cocinan en semi-secreto. La solución está a la mano. Hay que crear un nuevo partido social-demócrata. Otro más, me dice un amigo sorprendido.
Las últimas contiendas electorales europeas no ayudan mucho a quienes todo lo ven con el prisma electoral y partidista al  del vetusto y desprestigiado parlamentarismo de las seudo-democracia liberales. Un solo ejemplo para no aburrir. Los resultados del Frente de la Gauche de Melénchon, en las parlamentarias francesas (que bajó del 11 al 6 por ciento) confirman que participar en elecciones con las cartas marcadas, solo sirve para eternizar el voto útil y ser el vagón de cola del sistema.
Por otro lado las amenazas al pueblo griego, por si gana Syriza, confirman también que el sistema está blindado para que ganen siempre los mismos. Bruselas lo dice claro; el tope de la democracia liberal se llama mercado financiero.
En Europa solo son “aceptables” los partidos del sistema. Aquellos partidos que logren a gobernar o co-gobernar tienen una sola alternativa; aplicar, con pequeños matices, las políticas neoliberales. Al fin y al cabo, lo que tenemos es una dictadura del capital financiero.
No hay futuro para sucedáneos de la socialdemocracia
Al parecer no hay futuro para ningún sucedáneo de la socialdemocracia. En cambio en España emerge desde las filas de 15M el movimiento de los  “constituyentes” con un discurso diferente. Desde su nacimiento, este proyecto en marcha, se propone romper la baraja de las cartas marcadas y plantea que es urgente construir la democracia del siglo XXI.
Algunas ideas de “los constituyentes” son poco frecuentes por estos lares. Se auto-definen como un movimiento amplio, inclusivo, sin propósitos electorales pero, a la vez, radical. Son partidarios de una revolución democrática. Su opción es un “Motín a Bordo”, no quieren ser la “Orquesta del Titanic”.Su declaración de principios no admite dudas; “…Es necesario ejercer la soberanía popular, y poner en marcha un proceso constituyente para construir pacíficamente, desde abajo y con los de abajo, una nueva Constitución, fruto de una Revolución Democrática… “
Si algún mérito tienen “los constituyentes” es que han logrado colocar sobre la mesa un horizonte de carácter estratégico. Este se puede explicar en pocas palabras; “es necesario un cambio de fondo para salir de la crisis política y económica”. .En realidad, el “proceso constituyente” no es más que la intervención activa de los ciudadanos en la discusión y elaboración de las bases de una nueva Constitución. No es necesario ser politólogo para constatar que el actual sistema está corrompido y la Constitución del 78 fue blindada, durante una opaca negociación, para hacer imposible su reforma.
Entre los partidarios de la Revolución Democrática nadie es tan desubicado como para sostener que estamos ante un periodo pre-revolucionario. Lo que está ocurriendo es que un sector importante de la ciudadanía se ha dado cuenta que el empoderamiento popular es un antídoto eficaz a la partidocracia reinante y al gobierno de la oligarquía financiera .
Es verdad. La historia de la humanidad es incomprensible sin la lucha de los pueblos por la democracia y la igualdad. Así por lo menos lo sostiene Gerardo Pisarello, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona. Pisarello llama a recuperar la definición Aristotélica entre “la “Demoskratía” como el poder del pueblo, y la “Oligarquía”, como el gobierno de una minoría”. Citando al propio filósofo recuerda:“ …la diferencia entre democracia y oligarquía, es que la oligarquía es el sistema donde se gobierne por dinero, y donde gobiernen los pobres habrá democracia.”
Rechazo a reformas manipuladas por los partidos del sistema
En esta línea de pensamiento “los constituyentes”, se plantean crear un poder colectivo para desafiar y sustituir pacíficamente al poder constituido. Por lo tanto, no aceptan supuestas reformas manipuladas por los partidos del sistema en el parlamento o constituciones hechas por “especialistas” y negociadas con el poder constituido.
“Ya no se trata de regenerar una democracia parlamentaria corrompida. La voluntad que germina es  la de construir una democracia acorde al nuevo siglo”
Cualquier observador atento podrá comprobar, que en el último año, un mismo fenómeno socio-político se manifiesta en muchas y distantes partes a la vez. Nacen “movimientos constituyentes” con sus particularidades y diferencias en numerosos países del mundo. Lo que hay tras esta oleada de exigencia democrática va mucho más allá de los estrechos límites de las democracias liberales bi-partidistas del siglo veinte. La extensión espacial de los “constituyentes “tiene directa relación con el uso masivo de las nuevas tecnologías de la comunicación.
Ya no se trata de regenerar una democracia parlamentaria corrompida. La voluntad que germina es  la de construir una democracia acorde al nuevo siglo. Esta es la aspiración que subyace en las plazas, desde el 15M; fundar un régimen político basado en el ejercicio de una democracia directa al estilo griego clásico; participativa y deliberativa.
Los viejos partidos y muchos intelectuales dirán que el ágora griega no es posible en nuestra época. Es una locura, afirman, debido al tamaño de las grandes urbes. .Quienes creen en una revolución democrática responden de manera contundente. No solo es posible sino que es indispensable usar las nuevas tecnologías para el ejercicio de la democracia. No hacerlo es un tic del siglo pasado. Sí no se hace es porque hay una élite política que no cree en la democracia.
Todo indica que en esta lucha entre lo nuevo y lo viejo ganan los argumentos de “los constituyentes”. Con Internet podemos deliberar y aportar a las leyes fundamentales a través de las redes. Y esto puede ser aún más sencillo; el móvil, es una herramienta que nos permite votar y participar directamente en cualquiera consulta o referéndum.
Es probable que en un futuro cercano se instale fuertemente en la conciencia popular la exigencia de una revolución democrática. Por el momento veremos exactamente lo contrario que cuenta “Esperando a Godot”, la famosa obra Samuel Beckett. Los pueblos de España juntan rabia y se cansan de esperar al salvador.
Todo parece indicar que, finalmente, el pueblo decidirá confiar en sus propias fuerzas. Se cumplirá la profecía de los indios hopi “nosotros somos aquellos a quienes hemos estado esperando”.
CRÓNICA POPULAR

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