jueves, 8 de noviembre de 2012

DÉJEME SALVARME SOLO, SEÑOR BANQUERO

Francisco González, presidente del BBVA

El señor Francisco González, presidente del BBVA, uno de los responsables del desaguisado financiero que ha contribuido a la crisis económica, ilustra ahora soluciones con un lema brillante: «hacer de la crisis una oportunidad para el crecimiento». Buen lema, pero si el detalle de sus soluciones es para repetir lo que la actuación del sistema financiero ha hecho en los últimos años es urgente que los indignados entren ya mismo a dirigir el consejo del BBVA. 
Como arúspice de las entrañas económicas el señor González propone la lista aburrida de todo economista pesado: una reforma del mercado de trabajo que realmente genere empleo, una reforma fiscal inteligente que incentive la inversión, un control exhaustivo de los excesos de gasto del sector público —estatal, autonómico y local— y un saneamiento a fondo del sistema financiero. ¿Y quién dice que no a esta sarta de vacuidades?
1. Una reforma del mercado de trabajo que realmente genere empleo. Pero no le basta a este señor con la reforma laboral que la banca y la CEOE le ha dictado al Gobierno en los últimos años y que tan brillantes resultados está dando. Cada reforma, más paro. No son más reformas laborales lo que se necesita, sino confianza social y solucionar un gasto tremendo e innecesario que nunca fue pensado para resolver carencias sociales sino para favorecer a empresarios amigos.
La sociedad española tiene que pagar el precio de un concierto entre políticos desaforados por gastar y presentar obras —muchas inútiles— y empresarios encantados o animando a que se hicieran para llenarse los bolsillos: Universidades en cada capital o pueblo, aeropuertos sin nadie y en medio de la nada, auditorios con arquitectos de autor sin músicos ni concertistas, ciudades de la cultura megalómanas para pasto de cabras, en cada pueblo un AVE que después hay que cerrar, autovías como las que rodean Madrid huérfanas de coches 300 días al año. Pero alguien se ha llevado la pasta que ahora es deuda y hay que devolver. Y no son precisamente los trabajadores, sino la peña banquera y constructora.
2. Una reforma fiscal inteligente que incentive la inversión: ¿Qué entiende este señor por inteligencia? No puede haber reforma fiscal inteligente, mientras que el peso de la recaudación caiga sobre las rentas medias y bajas. Cuando la sospecha fiscal está instalada en el ciudadano, nadie quiere pagar para sostener los bienes públicos que dan estabilidad y futuro a una sociedad, educación, sanidad, cultura medioambiental. Los ricos porque ya han encontrado su asesoría fiscal y los mecanismos de evasión; los demás porque no quieren ser los tontos de la película.
Los paraísos fiscales, la ingeniería financiera, las retribuciones disparatadas de este señor y sus colegas bancarios no son los mejores cimientos para esa reforma fiscal. Metámosle mano a esos temas, hablemos de que, como en algún país modelo de equilibrio social y sector público, las declaraciones a Hacienda de todos sus ciudadanos estén en Internet y entonces hagamos la reforma fiscal. Por qué no va a ser así cuando los bienes públicos que se ofrecen a toda la ciudadanía se financian con impuestos detraídos de las rentas de los ciudadanos. Solo el control social de la transparencia haría justo y eficaz el sistema. Los ciudadanos contribuyen a los servicios públicos cuando ven que todos pagan conforme a sus posibilidades. Y no sé cómo la izquierda real no está poniendo en sus programas algo tan evidente como esta transparencia fiscal: que sus representantes políticos publiquen en Internet sus declaraciones de la renta y que así lo declaren en sus programas electorales.
3. Un control exhaustivo de los excesos de gasto del sector público-estatal, autonómico, y local. Pero, ¿no han sido animadores de ese gasto los colegas empresariales o de las finanzas en ayuntamientos, diputaciones, alcaldías? ¿Quién sino los constructores en la mayoría de los casos han sido los que han conseguido —por supuesto en elecciones libres— las alcaldías de miles de pueblos y ciudades, o han formado partidos bisagra para decidir desde concejalías de obras y urbanismo sobre inversiones urbanísticas y llevárselo fácil, importándoles un bledo el feísmo o la deuda que dejarían a sus espaldas? Porque tras los aeropuertos inútiles, en los convenios por los estadios de futbol y en otras obras innecesarias, como las del Pocero, está siempre el rastro y el visto bueno de los financieros.
A un privado nunca le prestarían dinero. Al Estado sí porque, aunque tarde, siempre paga. ¡Y tanto que paga! Han tenido que venir los ciudadanos a socorrerle para impedir su quiebra financiera. El fenómeno de las Cajas de Ahorro está ahí. Pero sus directivos impertérritos salarialmente sin que el señor González se atreva a sugerir la más mínima crítica, no sea que estén todos en el mismo barco.
4. Y un saneamiento a fondo del sistema financiero. El saneamiento financiero que se diseña ahora es el de considerar a la ciudadanía como imbéciles: Nosotros los bancos somos eficientes, dicen. Pequeños errores en las inversiones han inflado y hecho estallar una burbuja financiera por la que han aparecido, de repente, unos bienes que nos traen de cabeza. No vamos a recuperar esa inversiones. No sabemos cómo ha sido y los maestros del desaguisado financiero han encontrado una palabra mágica: Tóxicos. Hay «activos tóxicos».
Bonita palabra para encelar a los comentaristas económicos en su verborrea flatulenta y vacía y desviar la atención de que la toxicidad está en los directivos. Los activos tóxicos tienen un responsable: los directivos tóxicos. La solución encontrada: formar un banco con los activos tóxicos y otro con los buenos. El banco malo y el banco bueno. Nosotros nos quedamos con el bueno y el malo que vengan los españoles con sus impuestos a salvarlo, y si no que se cierre. Buen saneamiento financiero.
La primera medida de saneamiento financiero sería enjaular a ambos, activos y directivos tóxicos, en el banco malo. Dejarlos sin sueldo durante una temporada y dar la primera lección de saneamiento a fondo del sistema financiero. Pero como siempre vete a saber qué conejo en la chistera financiera nos ofrecen estos superlistos que han arruinado a millones de personas menos a ellos. ¿Por qué será que no les gusta la transparencia de sus retribuciones cuando tanto hablan de la transparencia y bondad del mercado?
Plumaroja

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