viernes, 29 de marzo de 2013

ESCRACHE INSTITUCIONAL..., LA CONSEJERA Y LA SOPA BOBA


“Escrache” es una palabra de origen argentino que está relacionada con la presión ejercida por los movimientos sociales. El PP estudia la posibilidad de querellarse con la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) acusándoles por una práctica que califican de acoso a los diputados. Cristina Cifuentes o González Pons van un paso más allá. Vinculan este tipo de activismo con el de la “kale borroka” de ETA. Según la delegada del gobierno se trata de una estrategia radical guiada por oscuros intereses que no dudan en emplear la violencia y la coacción. ¿Perdón? ¿De qué estábamos hablando? ¡Ah sí!, de escrache,  que, según la definición de la propia Cifuentes, encaja como un guante con la violenta coacción que sufren las familias desahuciadas a causa de los oscuros intereses de la banca.
El escrache o acoso al que se ven sometidos los que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas no se resuelve colocando un “cobrador del frac” detrás de cada moroso. Esa sería la versión “light” de los escraches. Más o menos, lo que hace la PAH con los diputados. Han decidido convertirse en su sombra para recordarles la deuda que mantienen con los ciudadanos. No tiran cócteles molotov ni queman autobuses. Son la memoria viva y solidaria de una injusticia social que deja muchas víctimas. Una presencia molesta que violenta sobremanera a sus señorías.
Hay otra modalidad de escrache que se ajusta más a esa violencia extrema que el Partido Popular achaca a los activistas de la PAH. Es la que vemos sufrir a los que se atrincheran dentro de sus casas acosados por una legión de policías que no dudarán en sacarles a rastras delante de sus hijos. Es el escrache institucional que no mata a bombazos pero que induce al suicidio de la gente a la que previamente se le embarga toda la esperanza. Escrache del duro. Como el que emplea este gobierno con los jóvenes, los jubilados, los funcionarios, con los parados, con los trabajadores. Escrache contra nuestro derecho a la salud y a la educación. Escrache contra el derecho a la manifestación y la libertad de expresión a fuerza de represión y cargas policiales. Eso sí que es escrache radical de categoría.
Lo otro, lo que les inquieta tanto para querellarse contra la PAH, se llama democracia participativa. ¿No será eso lo que de verdad les acojona?

La consejera y la sopa boba

La sensibilidad social de los que gozan de licencia para recortar es similar a la de una ameba. Interpretan su papel de villanos desalmados con una naturalidad pasmosa. Ríanse ustedes del “método Stanislavski”. Pongamos un ejemplo: La consejera aragonesa de educación, Dolores Serrat, dice que su departamento no está para la beneficencia. El tema son las becas para los comedores infantiles. “El comedor ni es obligatorio, ni es un derecho”, añade.
Ya sabemos que comer no es obligatorio, doña Dolores. Pero también que conviene hacerlo regularmente si se pretende vivir. En cuanto lo del derecho, yo iría más allá. Que los chavales estén correctamente alimentados no es solo un derecho constitucional, es una obligación para un estado civilizado y con suficientes recursos. Para muchos niños, la del comedor escolar es la única comida consistente que pueden hacer al día. Sus padres, como todos los ciudadanos españoles, están pagando la deuda de los bancos. Han perdido el trabajo, la vivienda o ambas cosas por culpa de los juegos de guerra de las altas finanzas. Ahora esta cristiana dama les habla de la “corresponsabilidad” de las familias. Perdone usted señora consejera, ¿y qué hay de la responsabilidad de este gobierno para solucionar el desempleo y la miseria que avanzan? Las desigualdades e injusticias con las que están gestionando esta crisis son la causa de que nuestra infancia parezca atrapada en una novela de Dickens.
La consejera Serrat supera con creces a las horripilantes brujas de los cuentos. No se come a los niños, todavía, pero se zampa sin decir Jesús los comedores escolares y la calidad de la enseñanza pública aragonesa. Para beneficencia, la que recibe la señora Serrat. La sopa boba de una consejería que, al parecer, no requiere de ninguna calidad humana ni profesional para desempeñarla.
Basta con ser una rematada arpía.
CRÓNICA POPULAR

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