domingo, 1 de junio de 2014

Hace falta ya un partido socialista… Para ayudar también a construir la convergencia

Carlos Martínez García. Politólogo, de Alternativa Socialista y de la Coordinadora de las Marchas de la Dignidad.

El artículo “Hace Falta un Partido Socialista”, al que anteceden estas líneas, fue escrito antes de las elecciones europeas. Antes de la dimisión de Rubalcaba y antes del cuestionamiento generalizado de las cúpulas, -de todas las cúpulas- del PSOE.
Atributtion: Aristipo
Atributtion: Aristipo
Este artículo es un llamamiento a todas y todos los socialistas que lo somos, pues nos cuestionamos el mercado, la primacía de lo privado, la corrupción, la monarquía y estamos por el reparto, lo público y la justicia. A aquellas y aquellos, hartos y hastiados de renuncias y de traiciones al legado de Pablo Iglesias, pero que también apostamos por otra forma de hacer política y otras fórmulas organizativas participativas y transparentes.
La solución del socialismo como fórmula de avance social y camino hacia la justicia social y la sociedad sin clases, pasa porque el PSOE deje de manipular y utilizar el socialismo, al objeto de confundir y ser la ocupación de un grupo de profesionales de la cosa pública, constituidos en aparato controlador y cooptados no por sus ideas o valores, sino por su fidelidad al grupo dominante.
El PSOE está demasiado hipotecado a los poderes, al rey y a los banqueros, como para que sea posible cambiarlo. Por otro lado, la ciudadanía se está organizando al margen y la izquierda social y transformadora también.
Algunas y algunos socialistas ya estamos en ello y dando la cara fuera de un partido atrofiado, pesado, controlado por el sistema y sostén del régimen.
Desde estas líneas llamo a autoorganizarnos en libertad y de esta forma rescatando el socialismo, contribuir a rescatar a la ciudadanía, a las clases populares, a la clase obrera.
No tenemos soporte mediático. De hecho, prácticamente todos los medios censuran las informaciones sobre la Alternativa Socialista y nuestra existencia ya real y tangible.
Construir el socialismo ¿Para qué? Pues para lograr la unidad de los pueblos y la ciudadanía, al objeto de construir una sociedad justa y diferente a esta que sufrimos. Sí, pero desde la convergencia, la confluencia y la unidad. El PSOE de Felipe González rompió con la tradición socialista de esfuerzos unitarios y colectivos, como La Conjunción Republicano-Socialista de principios del siglo XX, la UHP de Asturias o el Frente Popular. Pero también la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas en la clandestinidad antifranquista en los años 40 del siglo pasado. El romper los proyectos comunes fue el tránsito hacia la tercera vía liberal, realmente y el socioliberalismo.
Por eso no llamamos a construir una fuerza electoral simplemente, no, sino una fuerza ideológica y política que, desde el socialismo democrático, contribuya a crear la SYRIZA española. A armar un potente polo ecosocialista y transformador que ayude a construir lo nuevo.
Hace falta un partido socialista
En este país el despiste ideológico y la quemazón política a la que los aparatos y cúpulas de los partidos nos han arrastrado es demencial. Poca, muy poca gente se fía de los partidos, de todos ellos. Por un lado, se ha renunciado no ya tan solo a las ideologías, sino a cumplir los programas electorales, de los que se decía con absoluta tranquilidad, hasta hace poco, -pues ahora es políticamente incorrecto-, que se hacen para no cumplirse. Al mismo tiempo, unos medios supuestamente informativos, pero todos ellos en manos de grandes empresas y bancos, han lanzado sutilmente una campaña anti política que, a la postre, solo beneficia a la derecha, aunque en ocasiones parezca que con esta iniciativa, perfectamente orquestada, se preocupan de la gente común.
Una fuerza socialista pero con nuevas aportaciones y nuevas formas, no solo es posible, sino necesaria
La organización en política es clave, así como más todavía lo son los adherentes y simpatizantes, pero también, y no en forma menor, la confianza popular. Pero sin ideas, nada se puede. Tampoco sin medios, al menos humanos. Si bien el concepto y método interno de los partidos progresistas y de cambio social debiera cambiar profundamente.
Las derechas jamás han renunciado a sus principios, pero sin embargo el centro-izquierda español, al haber renunciado a la ideología transformadora y de clase, por parte de los dirigentes del PSOE ya en los inicios de la transición, la única idea real pasó a ser la lógica del poder, mantenerlo o recuperarlo. Con ideas modernizadoras, ciertamente, pero no por ello necesariamente de izquierdas. Sin bien, y es justo reconocerlo, con dos ideas fuerza, la actualización administrativa y la descentralización, junto a la europeización del Estado lo cual también conducía a reforzar el bienestar. Estado moderno, descentralizado y con un Estado del bienestar semejante al europeo, si bien sin su base industrial.
La factura pagada por los gobiernos del PSOE para ingresar en Europa ha sido la deslocalización y el cierre de la industria pesada a cambio de infraestructuras de transporte e inversiones de fondos FEDER con el precio de dejar de construir barcos o extraer carbón. Es simplificar mucho, lo sé, pero no es el objetivo de estas líneas explicar esto. Si añadiré que el Estado español, al carecer de una base obrera industrial sólida y extendida territorialmente, se vio obligado a financiar las conquistas sociales del bienestar en los Gobiernos de Felipe González en base al endeudamiento y las privatizaciones del sector público bancario, energético e industrial. Y quiero señalar esto, al objeto de que no se me diga que solo resalto negatividades con el fin de arrimar el ascua a mi sardina. Pero lo cierto es que el desmantelamiento minero e industrial, a la larga ha resultado profundamente negativo. También para la izquierda. Se ha profundizado, pues, incluso aunque sea de forma involuntaria en el capitalismo rentista, el ladrillo y el turismo como únicas salidas a crear empleo y en fortalecer el sector servicios, pero con unos servicios –valga la redundancia- de muy bajo valor añadido.
Lo cierto es que el PSOE se transformó en una partido modernizador y  progresista en materia de derechos civiles, excepto en cercenar la excesiva influencia y dominio de la Iglesia Católica, algo difícilmente homologable a un partido socialdemócrata obrerista y de clase. Ni siquiera intervencionista en economía. Felipe González es un adelantado a la tercera vía. Una vía social-liberal novedosa ciertamente en esos momentos,-principios de los ochenta del siglo pasado- que, además, se construyó gracias al voto de las capas más humildes y obreras de la sociedad. Se pactó con la clase media y esta aportó su dirigencia, pero se recabó el voto de los pobres –aunque no solo- para acabar siendo un partido real de clases medias y populares. No disponemos en España de regiones homologables a las industriales de centro-Europa, tan solo algunas comarcas, lo cual tiene sus servidumbres.
La fidelidad ideológica a un partido obrero, democrático y de izquierdas, se sustituyó por el clientelismo y la fidelidad familiar, la simplificación impuesta por los medios informativos o el apoyo al mal menor, frente a la derecha cavernícola que dominó el Estado en el franquismo y que, sin solución de continuidad, desembarcó en la UCD para encontrar su justo acomodo en el PP, que es su lugar natural.
Del Felipismo a Aznar y del Aznarato a Zapatero. Tras la reforma exprés de la Constitución, Rajoy. Era lógico; para una fotocopia mejor el original.
El problema que trata de abordar este artículo, no es tampoco el relato histórico de un régimen lastrado por la ley electoral, partidos mayoritarios bien estatales o nacionalistas con una amplia base clientelar, la represiva ley de partidos de Aznar-Zapatero o bien el fiasco legal de la modificación exprés del artículo 135 de la Constitución, no, es proponer como podemos encontrar alguna salida digna y coherente a esta situación política. Solución que pasa por la recuperación para la ciudadanía de la política y de las decisiones sobre la política.
Comenzaré por la mayor, el régimen del 78 ha colapsado. Lo corroe la corrupción que, comenzando por el rey, alcanza a los partidos mayoritarios que sufren de un desprestigio supino.
Pero a pesar de ello, la cosa no acaba de caer o de cuajar una nueva alternativa ¿Por qué? En primer lugar, la derecha, se piense lo que se piense por parte de muchos ingenuos, no va a dar lugar a otras formaciones políticas de carácter liberal, diferentes y modernas; el mismo PP es intocable en sus principios y, además, le funciona bien. La derecha española, con mucho más de un siglo de existencia en su versión liberal, es profundamente conservadora, tiene una más que centenaria tradición caciquil y es inmune a la corrupción, desde siempre. De hecho, caciques corruptos son muy importantes en su base territorial. De convicciones monárquicas y centralista, excepto en su parte fuerista o de origen carlista que con el tiempo contribuye a alumbrar los nacionalismos llamados, por cierto con prejuicios centralistas, periféricos. Si bien en el caso catalán pasando el tamiz liberal moderado de Cambó y evolucionado hacia una derecha moderna.
No me preocupa  en absoluto la derecha. Ni tiene solución desde un punto de vista progresista ni siquiera intentos regeneradores como lo es la UPyD pierden sus tics centralistas y autoritarios.
Las Izquierdas
Las izquierdas son el problema. En la transición, se pensó por parte de la oligarquía franquista de carácter aperturista que, para consolidar una democracia a la europea, lo que había que hacer era moderar la izquierda. Esto pasaba por dos premisas: aceptar la monarquía y la inevitabilidad del sistema capitalista. Ambos supuestos fueron aceptados por el PSOE renovado de González y Guerra. El PCE, aunque fuera por imposición al objeto de legalizarse, hubo de transigir con la monarquía. A pesar de ello, la ley electoral fue el instrumento y lo sigue siendo, más depuradamente anti-democrático del sistema, para garantizar el turnismo, es decir dos grandes partidos sistémicos gobernando con el comodín de los nacionalismos conservadores, vasco y catalán. Esto último ha fallado al menos por el momento pues el independentismo de CiU ha contribuido a la crisis del régimen de 1978 y de forma no menor.
Hay que construir un Partido Socialista en el Reino de España, de carácter verdaderamente federalista y republicano. Sin República, jamás habrá federalismo
A todo esto hay que añadir que el centro-izquierda y la izquierda española, personificados en su momento en PSOE y PCE son proyectos autónomos y que pueden gobernar juntos un ayuntamiento o una autonomía, pero el Estado, no; eso son palabras mayores y es otra cosa. Desde la transición, Felipe González hizo del PSOE algo total y absolutamente al margen de cualquier veleidad frentepopulista. El modelo de González era el alemán del momento. Los intentos de Santiago Carrillo de buscar la unidad de las izquierdas, fueron inútiles. De hecho, el PCE de Carrillo propuso en varias ocasiones gobiernos de concentración nacional. Estas negativas a la unidad gubernamental de las izquierdas –y no solo ellas- consagró al PCE como un proyecto autónomo también. Es más, el PSOE en más de una ocasión trató de absorber o laminar al PCE y, a tal fin, Alfonso Guerra inventó aquello de la casa común de la izquierda, que por supuesto era el PSOE. Cuando aparece Izquierda Unida, el perfil de autonomía del proyecto se agudiza y algún intento en sentido contrario hay como ocurrió con el PASOC español o la teoría del “sorpasso”. El hecho de que ambos intentos fracasaran debiera hacer pensar a los herederos de aquellas direcciones políticas.
Pero, dando un salto y resaltando cuales son las circunstancias actuales, nos circunscribimos a ellas y en cómo pienso que podemos actuar.
El problema más grave que vivimos es la profunda despolitización por no decir anti política que han generado tanto la corrupción y el clientelismo, como la profunda oligarquización de la política española, profundamente profesionalizada en el peor sentido del término, en todas las fuerzas institucionales y muy poco participativa. Esto dificulta tanto las nuevas incorporaciones a los partidos políticos de izquierdas especialmente, así como lo difícil que es “repescar” o volver a activar para la acción política a personas muy cualificadas y generosas políticamente, pero que, sin embargo, han sufrido profundas decepciones y desengaños e incluso persecuciones, expulsiones injustas o disoluciones, por mantener criterios propios, ser inteligentes o creer en la libertad en el seno de su partido político.
Es muy grave comprobar cómo las oligarquías de hierro de los partidos han quemado, dilapidado y arrojado a personas válidas,  con sentido común y criterio, carentes en absoluto de la “ética acomodaticia” que predomina en demasiados aparatos.
Puestas así las cosas y difíciles de negar o bien montamos una causa general, lo cual no es mi intención, o bien reconocemos que la militancia política no es atractiva para mucha gente inteligente y/o con su vida personal profesionalmente resuelta, pero que podría aportar y mucho. Todo esto es la pescadilla que se muerde la cola, por lo que, al final, las personas en general no se interesan en militar en un partido, lo cual, salvo honrosas excepciones, acaba generando la endogamia política y el aislamiento de esta vida de personas que debieran hacer parte de su vocación el solucionarla. Es el ejemplo ese que hace referencia de cómo va hablar un cura de matrimonios, o que sabe de eso –del matrimonio- para aconsejar. Cómo va a saber algo del paro, la desesperanza, las estrecheces del pueblo, quien ni las sufre o, lo que es peor, no las ha sufrido nunca, no tiene contacto cotidiano con quien las sufre o hace tanto que ya ni se acuerda.
Ante estos problemas lo primero de lo que hay que ser conscientes en el seno de la izquierda, es que nosotros, aunque más luchadores, incluso éticos y honrados, somos más de lo mismo en el sistema político para el común de los mortales. Si no somos conscientes de esto, nada que hacer.
Esto nos lleva a plantearnos el dilema de cómo lo podemos hacer, para que las ciudadanas y los ciudadanos, sean conscientes de que la política les es imprescindible y sin su participación activa en la misma siempre serán dominados por unas élites. Lo cual nos conduce de forma inexorable, en primer lugar, a defender las diferentes opciones políticas, las ideologías y los posicionamientos de clase. Pero también a qué instrumentos políticos concretos nos referimos. Mi primera consideración es que en el Estado Español, es necesario un partido socialista.
¿Por qué un Partido Socialista? Primero, porque existe en Europa y muchos puntos de América Latina, una profunda tradición socialista ya centenaria, con un cúmulo de derrotas y conquistas, pero que ha conformado una forma de vivir y de entender la política por parte de la clase obrera y las clases populares. En el estado español, son las tradiciones socialista y la anarco-societaria primero luego anarcosindicalista, las más antiguas. Hay todo un poso innegable. En segundo lugar, las tradiciones socialistas han sido siempre muy plurales en su interno y los juegos de corrientes y familias constantes y ello favorece la democracia interna y la sensación de libertad. Desde el primer marxismo ortodoxo de Pablo Iglesias a la conjunción republicano-socialista, pasando por Largo Caballero, Indalecio Prieto o Besteiro, y terminado por Negrín, tenemos toda una gama de colores y posibilidades, que alguien puede pensar que pudieran ser contraproducentes, pero que tienen algo muy importante: ninguno de ellos dejó de creer jamás en la libertad y en el papel central de la clase obrera. Y, al mismo tiempo, permitieron agrupar en el socialismo a distintas gentes bajo unos principios en los que la centralidad de la clase obrera era la clave de bóveda y el socialismo, el socialismo real y democrático, -que no socialdemócrata todavía-, el objetivo, que entendían, no lejano, sino alcanzable en tiempos próximos y ésa era la diferencia fundamental: los socialistas de entonces creían y las y los socialistas de hoy hemos de creer en la posibilidad ya del tránsito hacia el socialismo. No hay ningún escrito de ninguno de ellos-Iglesias, Largo incluso Besteiro- que pueda llevar a pensar que sucumbieran jamás a los cantos de sirena del capitalismo. Solo y ya con todos ellos fallecidos la socialdemocracia española comienza a romper con sus raíces o a aceptar el capitalismo.
Los procesos transformadores latinoamericanos en los casos de Venezuela, Ecuador o el MAS Boliviano, entre otros, -no así en el caso cubano, dicho esto con respeto-, están protagonizados en estos momentos, por partidos socialistas; por tanto, que nadie piense que cuando hablo de socialismo y de libertad, estoy pensando tan solo en el pasado. Desde Pepe Múgica a Lula, pasando por Correa o Chávez, hay toda una serie de matices a veces importantes, pero todos ellos eran y son amigos, en primer lugar y en segundo están construyendo una América Latina diferente, conjugando amplias movilizaciones y movimientos sociales con elecciones democráticas y libertades totales en sus repúblicas.
El socialismo hoy
Pero no nos quedamos ahí. También en Europa de nuestros días hay dos personajes claves que representan un liderazgo personal fuerte e incómodo, pues siempre dicen lo que piensan y tratan de ser consecuentes y son Oskar Lafontaine y Jan Luc Mélenchon. Estas dos personas son los más claros antecedentes de una profunda renovación ideológica de la socialdemocracia, conectándola con otras fuerzas de izquierdas, construyendo alianzas con los comunistas y volviendo a darle color y alegría a la izquierda europea, que centra ahora en otra fuerza multicolor y novedosa, la SYRIZA griega, sus esperanzas de reconquista del espacio social y del poder político.
No se puede afirmar que se es socialista y defender un régimen que consagra la desigualdad política al reservar la jefatura del Estado a una casta familiar hereditaria, carente de todo mérito y capacidad, sobre todo carente de legitimación democrática
Por tanto, con esas premisas, las enseñanzas delSocialismo del siglo XXI latinoamericano de Rafael Correa, Pepe Múgica o de Evo o Chávez en sus claves de poder popular y revolución ciudadana y también de Estado plurinacional –caso Bolivia- así como las aportaciones imprescindibles de la izquierda alemana Die Linke y el Partido de Izquierda francés, hay que construir un Partido Socialista en el Reino de España, de carácter verdaderamente federalista y republicano. Sin República en el Estado español, jamás habrá federalismo.
Pero no nos quedemos en Francia, Alemania o Venezuela y Uruguay, veamos Holanda. Sí, he dicho Holanda. En los Países Bajos existe un Partido Socialista, el SP, que es el tercer partido más votado. Tiene por ahora el 15% de los votos y está en alza. Cuenta con quince diputados en el Parlamento de 150, más dos eurodiputados y en las pasadas elecciones estuvo a punto de una victoria espectacular. Es un partido que en 1971 se constituyó como maoísta; es decir, fue un partido de carácter marxista leninista pero que en 1993 se transformó en socialista y además recibió la aportación de muchos militantes del Partido del Trabajo o Laborista de carácter socialdemócrata, hartos de su deriva socioliberal y sus prácticas neoliberales. Pero el SP o Partido Socialista de Holanda, no ha renunciado a su contacto personal con la clase obrera y el pueblo holandés y a sus ideas transformadoras del capitalismo. Es un partido voluntariamente con status de observador en el PIE o Partido de Izquierda Europea y con una base muy crítica para con la Unión Europea; digamos que es euro-escéptico y apoyó el voto NO a la Constitución Europea que, por cierto, fue rechazada en Francia y Holanda.
El Partido Socialista holandés es un partido nuevo y moderno, con unos cargos públicos que están obligados a tener un gran contacto con sus electores y el pueblo en general y con unas premisas claramente de izquierdas, pero asamblearias a la vez, pues constantemente organizan y se organizan de forma muy participativa y además son  muy activos en fórmulas de participación democrática directa y de acción social y asistencial para con los más desfavorecidos. De hecho su única equivocación en un momento determinado, fue moderar su discurso, lo cual le costó muchos votos. De forma que su mensaje de izquierdas y sus formas muy populares y de clase en la acción política y su profunda cercanía son las bases de su éxito. Sus dirigentes, además, están convencidos de que pronto serán la fuerza política más votada de Holanda.
El SP ha crecido a pesar de existir un poderoso partido de origen socialdemócrata y de ser un partido socialista, con lo cual, al igual que en Grecia SYRIZA con sus nuevos modos políticos, ha quedado claro que, tras la crisis de la socialdemocracia tornada en liberalismo progresista, no ocupa el espacio del socialismo de clase y del ecosocialismo. En SYRIZA hay fuertes componentes ecologistas de izquierdas y socialistas de militantes que abandonaron el PASOK desde el año 2010 hasta el 2012. Esto nos demuestra que una fuerza socialista pero con nuevas aportaciones y nuevas formas, no solo es posible, sino necesaria.
¿Qué Partido Socialista?
Evidentemente, no puede ser un partido simplemente regenerado. Un PSOE maquillado. La cuestión no es tan solo primarias sí o no y oligarquías internas sí o no. Tampoco consiste tan solo en recuperar las esencias de los clásicos del socialismo como Jaures, Iglesias, Kaustky, el importantísimo legado del austro-marxismo o la tradición obrerista de lucha, que también y tal vez de forma no menor en el caso del austro-marxismo, insisto, sino nuevas aportaciones como la ecología anticapitalista y liberadora del MAS boliviano, el ecologismo de izquierdas y, sobre todo, el concepto ecosocialista que tanto interesa a los amigos del Partí de Gauche, entre otros, pero también a los movimientos de recuperación y de regeneración del socialismo del Estado español, como es el caso de Alternativa Socialista. Hoy, cualquier tránsito hacia el socialismo, pasa por la defensa de la Madre Tierra, el territorio y los mares o la oposición decidida a la mercantilización del oxígeno, el carbono, el agua o las energías naturales. La naturaleza es de todas y todos; por tanto, su gestión es colectiva, es socialista y el mundo está siendo destruido por un capitalismo depredador venga de donde venga.
Por tanto, el socialismo debe recuperar su tradición societaria y cooperativa, su apoyo en creencia en la potencialidad de la economía social. También en las conquistas de los partidos de masas hoy destruidas o en trance de destrucción. Los grandes logros socialdemócratas de pensiones, educación pública, seguridad social de alta calidad, asistencia sanitaria universal y becas universalizadas, junto a los logros de la revolución feminista como el derecho a decidir, la total igualdad jurídica entre hombres y mujeres, el aborto o la sexualidad libre y formada, educada y liberadora. Junto con un medio ambiente que no sea el negocio privado de nadie, ya sean grandes constructoras, empresas extractivas, modernos latifundios agrarios de empresas multinacionales de alimentación o compañías privadas de agua potable.
Se trata de un socialismo alcanzado por métodos democráticos, en libertad y con libertad tal y como ya existe en fase de tránsito y reformas en varios países de nuestra América a pesar de las mentiras que se publican, escuchan y ven en medios “informativos” corporativos españoles.
Se trata de estudiar seriamente el modelo holandés y actuar en consecuencia.
Se trata de construir un partido, donde la aspiración de igualdad, no solo sea de género, sino de clase. La igualdad no sea un Instituto especializado o una profesión, sino la superación del capitalismo y por tanto la total igualdad entre hombres y mujeres y el control por parte de ellas y ellos de la economía y la naturaleza.
Para lograrlo y el mientras tanto ¿Qué? Pues asambleas decisivas y decisorias en cada espacio de competencia. Cargos de responsabilidad con mandatos limitados y revocables en cualquier momento y obligaciones de contacto e información a las personas interesadas y afectadas.
Volver a crear espacios alternativos de vida y convivencia, cultura y ejemplaridad.
Democracia y libertad. Libertad como elemento integrador y por tanto decisorio. Reglas de participación colectiva y no solo para militantes.
Bueno, no voy a definirlo yo, sería una gran contradicción después de lo que he escrito. Pero si puedo resumir en que no se puede afirmar que se es socialista y defender los oligopolios privados como, por ejemplo, en el  Reino de España, las compañías eléctricas o la banca privada sin ningún tipo de intervención contundente y la existencia de una poderosa y activa banca pública, por ejemplo, repito. Tampoco se puede afirmar que se es socialista y defender un régimen que consagra la desigualdad política al reservar la jefatura del Estado a una casta familiar hereditaria, carente de todo mérito y capacidad, sobre todo carente de legitimación democrática. Producen náuseas personas que afirman ser socialistas en España y que critican a repúblicas americanas como autoritarias y de baja calidad democrática, mientras gozan de jefes y jefas de Estado electos democráticamente que trabajan por la justicia. Mientras, esas mismas personas están ligadas a fundaciones anti-socialistas y pro-capitalistas. Sencillamente, producen náuseas y, por tanto, es imprescindible rescatar el socialismo de la boca de esas personas creando un partido donde esas contradicciones no se puedan producir.
Pero hay más y es importante también rescatar importantes tradiciones de la izquierda como la que supuso el euro-comunismo. Hay que reconocer que las aportaciones al bienestar europeo de los partidos comunistas de Francia e Italia fueron fundamentales y sus aportaciones teóricas en el caso italiano, plenamente vigentes.  Así como las de muchos teóricos de la escuela trotskista y documentos de partidos de dicha tendencia.
La democracia es algo más que elecciones cada cuatro años. Eso sirve para dentro y para fuera de la política, es decir para el interno de los partidos y para la gestión de la sociedad.
La ejemplaridad personal es imprescindible. Nuevas personas, nuevas ideas, nuevos partidos. Los partidos no son un fin en sí mismo y son útiles si construyen en la línea para la que fueron fundados. Por tanto, un partido socialista ni puede permitir la puerta giratoria, ni el enriquecimiento ilegitimo y mucho menos corrupto, ni el apoyo a un Sistema, el capitalismo, aunque se le llame el mercado, que es injusto y que sacrifica millones de vidas de mujeres, niños y hombres en su propio beneficio. Destruye el planeta para acumular capital, ganancias y poder y origina guerras para mantenerlo.
Finalmente, un partido socialista que propicie las alianzas políticas y de clase para vencer a la injusticia y la insolidaridad. Para acabar con el negocio asqueroso de la deuda, la destrucción del tejido solidario y el dominio de las oligarquías económicas. La mercantilización de la política y de la vida.
Un partido que luche por la felicidad. Pero, para eso, hay que procurar ser felices y no construir fuerzas políticas hoscas  y antipáticas, donde el debate se torna bronco y hostil, donde en realidad muy pocos deciden.
No hay un partido en el Estado español hoy con tales premisas. No soy ingenuo, sé que toda obra de personas tiene problemas y el partido socialista que imperiosamente necesitamos, las tendrá e incluso en su gestación las tiene, pero vale la pena intentarlo.
Hay hoy una realidad en este reino corrupto y con una democracia de pésima calidad, por no decir autoritaria, y es que hay millones de personas que no se sienten reflejadas en nada de lo existente. Y la prueba es que la izquierda emergente no acaba de cuajar y de subir en votos lo necesario para gobernar incluso por razones psicológicas y culturales y que surgen fuerzas confusas del ni de derechas ni de izquierdas, que al final no cuestionan la injusticia ni a las oligarquías económicas y financieras que son las que realmente mandan, ni a un Estado centralista, autoritario y con una jefatura de estado corrupta. Todo esto exige la emergencia de fuerzas diferentes que ayuden a acabar con esta situación y acompañen en el tránsito hacia una democracia real a la ciudadanía y que lo hagan también con ideas y principios.
En el caso socialista, principios de igualdad, reparto así como la existencia de un poderoso sector público estratégico y de servicios que oriente la economía hacia el bien común y no hacia los oligopolios y monopolios capitalistas. Con una tradición de libertad, democracia, libertad de expresión y vocación de alianza y unidad con las otras familias de las izquierdas transformadoras al objeto de sumar en una suerte de SYRIZA del Estado español salvando las distancias nacionales y de los nacionalismos de izquierdas y solidarios.
Finalmente, hay que construir una opción para gobernar, para vencer en unas elecciones democráticas. Los socialistas y las socialistas tenemos vocación de un gobierno cívico y democrático, de un poder popular que venza y gobierne y se dirija a las y los ciudadanos con la voluntad de hacer otras cosas porque se pueden hacer y si no se han hecho, ha sido porqué no ha habido ni valor ni voluntad política.  Pero insisto, en compañía, en alianza común, en suma política.

1 comentario:

  1. Necesitamos al partido solialista obrero .no al que nos quiera dejar Rubalcaba .los mismos perros con distintos collares

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