martes, 13 de enero de 2015

¿QUE INTEGRISMO AMENAZA REALMENTE LAS LIBERTADES?

Estoy en el sofá releyendo a Brecht, aquel alemán que tuvo que exiliarse de su patria en 1933 por escribir y decir lo que pensaba, ya mandaba Hitler, aquel grandísimo demonio. Brecht se fue a Dinamarca, a Suecia, a Rusia. Pero también allá, aunque marxista, resultaba molesto por poner en solfa al Estado. Huyó a California, intentó vender guiones para Hollywood. Pero allí les parecíó demasiado rojo a los del Comité de Actividades Antiamericanas y tuvo que salir pitando para Suiza. Bertolt Brecht, Balada del consentimiento a este mundo: “Desde ese día dije que sí a todo: mejor cobarde que hombre muerto, me oí decir. Y sólo por no caer en esas manos, consentí en todo lo que no se puede consentir”. Suena el silbido del guasap. Es Mercedes Arancibia, decana de la prensa escrita española. Conoce muy bien Francia y otros países europeos: tras el 23-F la procesaron en un esperpéntico consejo de guerra por haber informado desde Valencia de las heroicidades golpistas de Milans del Bosch: los acojonados demócratas del momento lo consintieron: “Vi a los militares planeando sus saqueos; vi que por cobardía los dejaban andar sueltos. Sospechando lo peor les cedí el paso y grité: ¡Bravo! Para éstos la técnica no tiene secretos”. Y leo en el guasap de Mercedes: “Moi aussi je suis Charlie”. “Y yo, amiga mía, y yo; y todos –le contesto-: liberté, egalité, fraternité, aunque no lo quiera entender Marhuenda”.

Marhuenda no entiende, tampoco, que Pablo Iglesias les vendiera un vídeo a los iraníes. Pero comprende perfectamente que empresas españolas del IBEX-35 les estén haciendo el AVE a los saudíes que son, con Quatar y la complicidad de Obama, quienes financian el tenebroso yihadismo de Al Qaeda, las escuelas Washabi, a talibanes y muyahidines, destrozando países asentados como Iraq, Siria, Líbia o Líbano. Leo en un artículo un tanto pánfilo que esto es una guerra de religiones. Nunca han existido las guerras de religión. Los dioses y sus ministros sirven para lo que sirven, para estar al servicio de… “Vi a todo el mundo alabando a dios y al usurero. Y escuché al hambre gritar: ¿dónde hay que pedir? Y vi a unos dedos gordos señalando hacia el cielo y entonces dije: ¡vieron que allí hay algo!”. ¿Algo? Sí, los ángeles cantores y las huríes del paraíso, venga, mozos, al martirio, al sacrificio, y llevaros por delante todo lo que podáis. Detesté y detesto el nazismo, el fascismo y los integrismos ideológicos o religiosos. Bien, leo en crónica popular un ejemplar y equilibrado Editorial para la reflexión y la mesura. Entre otras muchas cosas dice que las fobias son un espanto y estoy de acuerdo: siempre habrá voceros, como el alcalde de Badalona, que incitarán al odio xenófobo. Pero yo odio el nazismo, soy “nazífobo”. Y por las mismas razones le tengo fobia al integrismo musulmán. Y al católico, que tanto sufrimos en este país. Y a los drones asesinos y a los pilotos que aprietan un botón y se llevan por delante una boda paquistaní y a los mártires que se explotan en un mercado. ¿Quién les paga a los del EI la sofisticación de su armamento? Leo también en este diario las declaraciones del demediado Mustafá Mayá, ese infame reclutador de jóvenes fanatizados por la desesperanza, en la espantosa página “Sharia4Spain”: “El Islam dominará España y la Constitución será reemplazada por la sharia”.
Y me sumerjo de nuevo en las ironías brechtianas: “No quiero hablar de más. A los sacerdotes los siento mis amigos. En alto sostienen la fe en el amor y la asistencia al vecino, las guerras y las matanzas no los cambian. No permitamos que nada de esto caiga en el olvido”. Por todo ello yo también soy Charlie Hebdo. Contra la barbarie y el crimen, nosotros. Y tú y vosotros y él y ella y aquel y aquellas y todos. Porque perder la libertad es perder la vida, es perderlo todo. Y va a ser que no.
Ricardo Romanos

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