sábado, 2 de abril de 2016

MACHISMO ASESINO Y MACHISMO INSTITUCIONAL

En lo que llevamos de 2016, 14 mujeres han perdido la vida como víctimas de la violencia machista. En 2015, según fuentes del Poder Judicial, se presentaron en España 123.275 denuncias por violencia de género. De ellas, solo un 0’4% resultaron falsas.
Gustavo Alcalde, Delegado del Gobierno en Aragón
Sorprende que, ante tales datos, una magistrada de Vitoria, preguntara a una víctima si “cerró bien las piernas…, toda la parte de los órganos femeninos”. Actitudes como la de esta magistrada no son extrañas para las denunciantes, que muchas veces dudan en presentar la denuncia para no quedarse desprotegidas ante el maltratador. Si doloroso es el caso de esta denunciante vitoriana, mucho más lo es el de Soraya, al que las desacertadas palabras del Delegado del Gobierno en Aragón pusieron en el foco mediático.
Soraya era una joven de 37 años, trabajadora y madre de un niño pequeño, dueña de una sonrisa que irradiaba luz a su alrededor. Como casi todo el mundo, Soraya buscaba amar y ser amada. Pero se topó con un psicópata que confundía el amor con la posesión y el sometimiento. Le bastaron unas pocas semanas para detectar en él comportamientos alarmantes y decidió romper la relación.
Es lo que las campañas institucionales recomiendan hacer cuando la pareja desarrolla comportamientos similares. Y ella lo hizo. La reacción del individuo fue una explosión de ira y frustración que le condujo a mantener a Soraya y a su hijo secuestrados a punta de pistola durante seis angustiosas horas. “Voy a mandar a tu madre a un sitio del que jamás podrá regresar”, sentenció el agresor dirigiéndose al niño de seis años. Decimos a todas las Sorayas que deben denunciar hechos parecidos y pedir protección. Y ella lo hizo. Unos días más tarde Soraya fue asesinada a tiros en su puesto de trabajo.
El crimen del que fue víctima es la crónica de una muerte anunciada. Su ejecutor había manifestado con hechos y palabras su firme intención de matarla. Soraya hizo todo lo que los manuales recomiendan en estos casos, pero nadie la estaba protegiendo cuando ocurrieron los hechos. La policía había interpretado que el riesgo era mínimo y que bastaba con una orden de alejamiento. Una orden cuyo cumplimiento no iba a ser vigilado por ningún policía.
El Sindicato Unificado de Policía denuncia que la unidad de prevención y protección a las víctimas de la violencia machista ha perdido nueve de los diecisiete agentes que la integraban en Zaragoza. Al parecer, pese a las vergonzosas cifras de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex-parejas, algún gerifalte entendía que dedicar fondos y efectivos a este asunto era tirar el dinero. Y decidió recortar sin considerar que, al hacerlo, estaba recortando las posibilidades de supervivencia de Soraya y de otras mujeres que se hallan en la misma situación.
El delegado del gobierno en Aragón, Gustavo Alcalde, hizo unas sorprendentes declaraciones culpabilizando a la víctima. En su opinión, era la propia Soraya quien debía haber avisado de que existía riesgo real de que el malnacido homicida pudiera viajar 400 kilómetros para cumplir su amenaza. Con doble salto y pirueta moral, la carga de la culpa recayó sobre Soraya por no prever su propio asesinato.
Gustavo Alcalde (que cuenta con escolta personal y pone querellas criminales y órdenes de alejamiento a un profesor paralítico que reclama pacíficamente el fin de la Ley Mordaza) dice que se interpretaron mal sus palabras. Sin embargo, no da lugar a ninguna mala interpretación por el desafortunado comentario de una diputada de Podemos que utilizó, con poco tino, una comparativa con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. “Podemos no tiene pudor en pactar con quienes asesinaron a Miguel Ángel Blanco”– manifestó el delegado para zanjar el asunto.
De nada sirvieron las disculpas de la diputada, ni que asegurara haber condenado en su momento el asesinato. El ventilador de la mierda se había puesto en marcha frente a las peticiones de dimisión que todos los grupos parlamentarios aragoneses, excepto PP y PAR, estaban reclamando. Por cierto don Gustavo: ¿No son los mismos asesinos a los que Aznar, su otrora líder, definió como gudaris del Movimiento Vasco de Liberación y con los que reconoció haber negociado? ¡Ah, pero la diferencia está en que Aznar no era de Podemos! Para ser tan buen cristiano se ha olvidado del capítulo del evangelio que habla de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio.
Al final, pese al ruido de sables y los lapsus lingüísticos, la realidad es que Soraya ha sido asesinada y podría haberse evitado. Como en el viejo refrán: entre todos la mataron y ella solita murió. Soraya, igual que los ruiseñores, no tuvo mayor pecado que derramar su corazón. Un cazador sin escrúpulos decidió que era mejor derramar su sangre. Una sangre que mancha de responsabilidad a alguien más que a su asesino material. ¿Cómo explicárselo a su hijo, a su familia? ¿Cómo decirles que su sangre no la redime de la culpa?
Señor Gustavo Alcalde, no existe mayor pecado que matar a un ruiseñor. Pero no poner los medios necesarios para impedir su muerte también es una falta grave. No se si a usted le bastará con la confesión, aunque los que no somos creyentes preferimos su dimisión porque nos importa más la seguridad de las mujeres amenazadas que la salvación de su alma inmortal. Sinceramente.


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