lunes, 30 de enero de 2017

Los “hechos alternativos”, o la desvergüenza del inquilino de la Casa Blanca

Mercedes Arancibia || Periodista ||

La familia Trump en su residencia de la torre Trump
Cuando dejemos de reírnos con los chistes, los dibujos, los vídeos, los memes, los trending topics y como se llamen el resto de posibilidades que ofrece la navegación por Internet, y más precisamente las redes sociales, podremos empezar a calibrar lo que significa que haya llegado a la Casa Blanca un personaje como su actual ocupante, ni tan payaso como gustaría a algunos, ni tan solo personaje salido de la reserva del kitsch modelo kardasian como aparece rodeado de su “decoración de interior” preferida, donde oro y oropel relucen con la misma intensidad.
Casi un siglo después de que se hiciera famoso el cliché, estamos de nuevo ante un ejemplo clásico de WASP –hombre blanco, anglo-sajón, protestante-, prepotente, tiránico, machista, xenófobo, racista, con la doble moral del putero inveterado, viejo verde requemado y reteñido, dispuesto a destrozar todos los logros sociales, no de la anterior administración sino los conseguidos por la sociedad civil al menos desde 1919, cuando se creó la Sociedad de Naciones que empezó a velar por los derechos fundamentales de los seres humanos.
Para el nuevo inquilino de la Casa Blanca no hay más derechos universales que los suyos y los de sus amigos –todos, como él, milmillonarios sin escrúpulos y sin bagaje cultural ni político- a los que está repartiendo carteras ministeriales como si se tratara de piruletas en la puerta de un colegio.
A estas horas, y apenas le ha dado tiempo a saber de cuantos cuartos de baño dispone su nueva mansión, ya ha decidido lo que hay que hacer con el matrimonio gay, la maternidad subrogada, la emigración mexicana y de otras procedencias, la sanidad más o menos pública y más o menos universal que instauró su antecesor, y algunos detallitos más sin importancia que van a dejar a la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses, que no viven en Manhattan ni son dueños de multinacionales ni brokers de Wall Street, literalmente con el culo al aire por más que ande proclamando a gritos –como es su forma habitual de expresarse- que “todo para los americanos” y “los americanos primero”. Porque él parece convencido de que los “americanos” son el medio centenar de ultraderechistas que acude habitualmente a las fiestas de su torre dorada neoyorquina.
Cuando aquí hemos aprendido a convivir con excentricidades de gentes con las que tiene muchos puntos en común – como los “finiquitos en diferido”, las contabilidades “extracontables”, o “es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”-, el equipo del “hombre más poderoso del planeta” no pierde el tiempo y acaba de sacarse de la chistera “los hechos alternativos”, que es exactamente lo mismo que decir que “mentir no es mentir” y que nada es “ni verdadero ni falso”: o sea que para rebatir algo que es cierto pero que el equipo que ahora rige los destinos de Estados Unidos decide que no lo es, en lugar de denunciarlo como mentira “fabrica” un relato “alternativo” e intenta que pase por bueno (en la creencia de que todos los ciudadanos del país son idiotas).
Para dotar el invento del énfasis necesario, y para ir abriendo boca, los primeros días del debutante en la presidencia de Estados Unidos “han sido agotadores. Programa: suprimir del sitio de Internet de la Casa Blanca las páginas relativas a los derechos civiles, y a los de las mujeres y las personas LGTB, las del cambio climático, la igualdad salarial, la educación, los servicios de salud, las ayudas a los dependientes y la manera de reducir la violencia por el uso de armas de fuego; a continuación,mirar el desfile de la manifestación más importante desde la guerra de Vietnam y asegurar después, durante todo el último fin de semana, que los medios de comunicación han mentido porque su ceremonia de investidura atrajo a un número record de espectadores” (Agathe Ranc, L’Obs).
Más tarde, en la primera rueda de prensa, el portavoz de prensa, Sean Spicer, acusó a los periodistas presentes de “difundir deliberadamente informaciones falsas”, añadiendo que “era el público más importante jamás reunido para asistir a una investidura. Y punto”. Lo que el domingo 15 de enero de 2017, redondeó la consejera presidencial Kellyanne Conway explicando en el canal MSNBC que Spicer no había mentido sino “presentado hechos alternativos”.
Lo que ocurre es que los “hechos alternativos” con los que ha pretendido ir entrenando a los ciudadanos para lo que se les viene encima con la nueva administración USA, no lo son en absoluto. Aunque, hablando en plata, tampoco se trata de nada nuevo. Durante toda la campaña, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha repartido falsas informaciones a diestro y siniestro; tantas, que el director saliente de la CIA, John Brennan, ha escrito en un comunicado que “debería avergonzarse”.
Y si lo dice el exjefe de la CIA será verdad, él tiene que saber mucho de mentiras y desvergüenzas.

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