viernes, 26 de enero de 2018

DÍA MUNDIAL DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL: EL BOSQUE ESCUELA

BosqueEscuela en Cerceda, Madrid
Hoy, 26 de enero, se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental. Aprovechamos esta fecha para recoger algunas de las ideas y propuestas más interesantes del último informe sobre ‘La situación del mundo’, del prestigioso Worldwatch Institute, cuya edición española corre a cargo de la organización Fuhem y la editorial Icaria, y que se titula precisamente ‘Educación Ecosocial. Cómo educar frente a la crisis ecológica’. Este es un viaje por las posibilidades de otra educación más verde, desde México a Tailandia, pasando por la sierra de Madrid.
Empezamos por el principio, principio. Se lo merecen: “Este libro está dedicado a todos los profesores del mundo: a los que conectan a los alumnos con los ciclos vivos y palpitantes de la Tierra; a quienes imparten formación en carácter, en habilidades para la vida y en la capacidad de pensar crítica y creativamente sobre el futuro; y sobre todo a quienes enseñan a sus alumnos a ser líderes audaces que defenderán y sanarán la Tierra en los tumultuosos siglos venideros”.
No es para menos. Necesitamos líderes audaces por el planeta. Solo en Latinoamérica y solo en una semana de enero, trascendió el asesinato de tres importantes líderes ecologistas: Isidro Baldenegro (México), Laura Vásquez (Guatemala) y Emilsen Manyoma (Colombia), por defender las tierras, los bosques y los pueblos indígenas. Con estos mimbres, si aún se mata gente por defender lo verde, está claro que aún queda mucho –por no decir casi todo- en educación ambiental.
En el apéndice al informe del Worldwatch Institute, Rafael Díaz-Salazar, profesor de Sociología y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, se muestra muy crítico con los principales andamios de los sistemas educativos actuales: “La concepción y las prácticas predominantes de la educación están muy alejadas del principal problema que hoy tiene la Tierra: la destrucción medioambiental que, además de devastar la naturaleza, genera empobrecimiento, explotación laboral, expulsión de comunidades de sus territorios y nuevas migraciones provocadas por el cambio climático”.
Extraemos más ideas de Díaz-Salazar: “Nos encontramos en el Antropoceno y esta situación requiere una transformación ecológica de la educación”. “Educar no es preparar para el trabajo en la sociedad del mercado, ni aprender unos saberes académicos codificados en currículos obsoletos, aunque sea a través de nuevas didácticas innovadoras. La educación consiste en la formación integral de la personalidad desde la infancia que incluye las inteligencias múltiples –entre ellas, la inteligencia ecológica-, la educación emocional y moral, el aprendizaje de comportamientos sociales y ecológicos”.
Y concluye: “Es importante tener en cuenta que los agentes de la educación son plurales: centros escolares, familias, asociaciones cívicas, comunidades religiosas, ONG, movimientos sociales, medios de comunicación, ciudades y pueblos, etc…Tenemos que establecer interconexiones entre todos los agentes educativos”. “A lo largo de la historia y en la actualidad nos encontramos con saberes propios de pueblos originarios, con religiones, filosofías y culturas morales que tienen como común denominador la propuesta de un bien ser y un buen vivir en armonía con la naturaleza, consigo mismo y los demás. La cultura ecologista actual se inserta en esta onda milenaria y considero que constituye la base de lo que puede llegar a ser la sabiduría del siglo XXI. Nuestras sociedades son antiecológicas porque se desgajaron de las sabidurías y se centraron en obtener a toda costa el máximo consumo y bienestar. Necesitamos una transición del tener al ser, según la terminología de Erich Fromm”.
Erik Assadourian, director del informe y del Proyecto Educación para la Tierra del Worldwatch, con sede en Washington, realiza un repaso por proyectos innovadores en educación ecosocial. “¿Escuelas de bosque? ¿Escuelas en embarcaciones? ¿Institutos de secundaria para activistas, emprendedores sociales, ecoingeniería y educación del carácter? Puede que todo ello suene a fantasía, pero incluso en 2017 existen modelos para esas escuelas. (…) Los cimientos que podrían servir de base para crear escuelas similares ya los tenemos. Pensemos en las miles de escuelas de bosque existentes en todo el mundo, en la escuela flotante Makoko de Nigeria y en el exitoso programa Semestre en el Mar de Estados Unidos, en la escuela nocturna de Barefoot College, o en la escuela “de bambú” Mechai Pattana para emprendedores sociales y filántropos en Tailandia”.
Y concluye Assadourian: “La pregunta sigue vigente: ¿cómo podemos hacer la transición para alejarnos de unas escuelas basadas en ideas trasnochadas e incluso en la memorización repetitiva; que sirven a los niños y las niñas alimentos no saludables y solo les permiten estar al aire libre y activos 20 minutos diarios; que les abruman con tecnologías para las que no están preparados; y que enseñan “para el examen” en vez de ofrecerles oportunidades creativas para aprender de forma colaborativa, relacionarse con la naturaleza y “aprender cómo aprender”?
Bajemos a la tierra. Y detengámonos en uno de esos proyectos concretos. Merece la pena destacar un libro recientemente aparecido: Bosquescuela, guía para la educación infantil al aire libre, de Philip Bruchner (ediciones Rodeno), que cuenta la experiencia del Centro Bosquescuela Cerceda, homologado por la Comunidad de Madrid como centro docente español de segundo ciclo de educación infantil (alumnos de 3 a 5 años), que arrancó en el curso escolar 2015-2016. El propio Philip cuenta esta experiencia pionera: “En la educación infantil al aire libre, niños y niñas pasan todo el curso escolar inmersos en la naturaleza. En ella reciben clase, realizan excursiones, corren, trepan e inventan juegos, a la vez que se desarrolla el currículo escolar. De lunes a viernes y desde septiembre hasta junio. En vez de ir a un colegio ordinario van a su bosque-escuela, playa-escuela o (en el País Vasco) baso eskola. Se trata de una propuesta pedagógica que hace hincapié en la pertenencia y respeto a la naturaleza, que se ha asentado con gran éxito desde hace más de 30 años en el centro y norte de Europa, en EE UU y Asia”. En 2010 se concibió la Iniciativa Bosquescuela, una red de profesionales y entidades pertenecientes a los sectores de la educación y el medioambiente, unidos para impulsar la educación infantil al aire libre en la península Ibérica y en países hispano-parlantes. Bajo el lema Learning in nature, esta innovadora propuesta se adaptó a la legislación española. “Trabajamos por la difusión y el reconocimiento del modelo como una opción educativa más dentro de la educación reglada, como ya funciona en otros países”, subraya Bruchner.
En Alemania hay ya más de 2.500 escuelas infantiles al aire libre. En Finlandia, más de 300 y en Suecia, unas 220. La aceptación en este último país ha sido tan alta que ya existen colegios de educación primaria al aire libre. Notable es también el caso de Corea del Sur, donde en 2011 el Ministerio de Educación fundó 35 escuelas infantiles al aire libre siguiendo el modelo alemán. Y el de Reino Unido, país en el que este modelo se ha promovido e implantado desde el sistema público.
Por último, nos detenemos en algunas de las interesantes iniciativas que demuestran que otra educación es posible y que han recogido para ‘Educación Ecosocial. Cómo educar frente a la crisis ecológica’ Jonathan Dawson, coordinador del Programa de postgrado Economía para la Transición en el Schumacher College, en Devon (Inglaterra), y Hugo Oliveira, ecólogo de la Universidad de Lisboa, especialista en permacultura. Nos detenemos en dos: “La Ecoversities Network, una agrupación internacional de iniciativas educativas activistas que están reinventando la educación superior, facilita programas interculturales de intercambio que permite a los jóvenes abrirse a nuevas normas y prácticas culturales y nuevos métodos de enseñanza encaminados a ampliar su visión del mundo y sus habilidades. Una de las instituciones de esta red, el Red Crow Community College, iniciativa de aprendizaje comunitario de la Nación Pies Negros en Alberta (Canadá), plantea los estudios ambientales y el mundo-no-humano desde una visión de respeto e interdependencia firmemente enraizada en sus tradiciones y cosmologías indígenas”.
Por otro lado está la Universidad de la Tierra, o Unitierra, en Oaxaca (México), “que fue creada en respuesta a la creencia de que ‘la escuela ha constituido la principal herramienta del Estado para destruir a los pueblos indígenas’. Unitierra ha desarrollado una ética del aprendizaje fundamentada muy de cerca en la práctica educativa indígena, y que subraya la importancia de la educación informal, basada en proyectos y apoyada por pares, por encima del modelo tradicional de relación profesor-estudiante”.
Así, terminan Dawson y Oliveira, se le da la vuelta y aporta más valor al papel del docente: “Todo esto sirve para revolucionar el papel del docente. El principal papel del enseñante pasa de ser un transmisor de un cuerpo inamovible de conocimiento, a ser educador” (etimológicamente, “extraer de”), que ayuda a los alumnos a desarrollar creativa e inteligentemente sus indagaciones, que cobran sentido. Los profesores desempeñan un papel catalizador, de tutor, provocador y hasta cierto punto de igual dentro de la comunidad de aprendizaje de la que forman parte”.
Podemos obtener más ideas y pautas a través de la Asociación Española de Educación Ambiental.

Rafa Ruiz 

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